Cuando era niño recuerdo que los días de Domingo de Ramos en la catedral de Pamplona, tras la ceremonia, el organista, Pío Iraizoz, interpretaba la Tocata y Fuga en Re menor de J.S. Bach (BWV 565). Realmente sólo interpretaba la Tocata pero a mí me impresionaba escucharla en un sitio así.
Sus interpretaciones las asocio (puede que la memoria y mi ignorancia musical hagan esta asociciación poco rigurosa) con las de Karl Richter.
En aquellos años la catedral (principios de los años 80) no había sido aún restaurada y el incienso impregnaba sus naves y ocultaba las pinturas del techo.
Muchos años después, ya en este siglo, he podido escuchar (no en directo) la misma obra en las interpretaciones que hace Ton Koopman. Para mí han sido una revelación: la aparente aridez de las obras de Bach aparecen vibrantes, potentes, luminosas.
Si Richter es el incienso del ritual, Koopman es la luz entrando a través de las vidrieras.
La víspera del Domingo de Ramos de 2011. vi a Koopman dirigir desde el órgano una versión de la Pasión según S. Juan.
Tras la misma pude felicitarle, solicitarle un autógrafo y fotografiarle.
Sus interpretaciones las asocio (puede que la memoria y mi ignorancia musical hagan esta asociciación poco rigurosa) con las de Karl Richter.
En aquellos años la catedral (principios de los años 80) no había sido aún restaurada y el incienso impregnaba sus naves y ocultaba las pinturas del techo.
Muchos años después, ya en este siglo, he podido escuchar (no en directo) la misma obra en las interpretaciones que hace Ton Koopman. Para mí han sido una revelación: la aparente aridez de las obras de Bach aparecen vibrantes, potentes, luminosas.
Si Richter es el incienso del ritual, Koopman es la luz entrando a través de las vidrieras.
La víspera del Domingo de Ramos de 2011. vi a Koopman dirigir desde el órgano una versión de la Pasión según S. Juan.
Tras la misma pude felicitarle, solicitarle un autógrafo y fotografiarle.
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