Toda información no accesible, realmente es como si no existiese.
Por otro lado: si la cantidad de información es lo suficientemente grande, no podremos garantizar que conocemos una cuestión en su totalidad.
Uno de los problemas de la ciencia, en otrás épocas, era que había limitaciones para acceder a los nuevos descubrimientos. Pero seguramente se sabría a dónde acudir, qué mirar. Así cuando, en 1905, Albert Einstein publicó en los Annalen der Physik su artículo sobre la Relatividad, muchos de los científicos de primer nivel mundial, recibirían esa noticia de una fuente inequívoca y, casi, simultáneamente. Asimismo aquél que quisiese que sus descubrimientos o teorías fuesen tenidos en cuenta, debería publicar aquellos en los canales adecuados.
Hoy en día, Internet proporciona un medio de comunicación en el que la cuestión de la accesibilidad queda eclipsada por el de la abarcabilidad: esto es, ¿alguien me asegura que un artículo semejante a éste no ha sido publicado ya? Y el envés de la cuestión: ¿si dicho artículo ya existe pero no está en Internet: realmente existe?
Nota: muchas veces obviamos que escribimos desde el primer mundo. La mayoría de la población mundial no puede acceder a Internet (es más, el 50% no ha hecho nunca una llamada telefónica). Esto también debe hacernos reflexionar.