Hay estilos musicales que no acaban de digerirse, a primera vista. Quizás la ópera sea uno de ellos. Mi acercamiento a la misma ha sido tardío. Y, paradójicamente, la disfruto dejando de lado una de sus características: la puesta en escena. Prefiero escucharla en casa, libreto en mano e imaginando la trama. Es como escuchar una película y no ver las imágenes.
Lo del libreto (bilingüe si es que la obra no es en español), es imprescindible: nuevas asociaciones de ideas surgen al unir la trama con la música. Esto se hace notable en Wagner: la densidad de texturas (en oposición a la claridad de Mozart, la musicalidad de Verdi o la 'cinematograficidad' de Puccini) se diluyen cuando entendemos los largos y densos textos.
Y, mencionando a Wagner: ¡qué gema es descubrir a algún director que lo interpreta como nadie y que, de repente surge! Es el caso de Hans Knappertsbusch.Leer algo acerca de él, escrito por Ángel-Fernando Mayo, desde su admirada parcialidad hacia el maestro de Elberfeld, añade aún más las ganas de escucharle en sus añejas grabaciones.